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15 diciembre 2020

Reseñamos: Orwell’s Animal Farm

El clásico literario se transforma en un buen, pero poco ambicioso, juego



En agosto de 1945, un escritor inglés llamado George Orwell publicó una novela titulada Animal Farm, o como se la conoce en países de habla hispana, Rebelión en la granja. Lo que comenzó siendo una alegoría sobre la Revolución Rusa de 1917 y los eventos que la sucedieron, terminó transformándose en una historia universal y atemporal que trata, entre otras cosas, sobre cómo los líderes políticos manipulan a las masas corrompiendo los ideales de su pueblo.

Unas décadas después nació en Hungría comunista Imre Jele, quien creció leyendo Rebelión en la Granja, un texto que en aquel momento y lugar estaba prohibido por la ideología que propagaba. Una vez que cayó el muro de Berlín se mudó a Reino Unido y empezó a trabajar para hacer un juego sobre la fábula, algo que “había querido hacer desde que tiene memoria”. Luego de mandar carta tras carta a la familia de Orwell, consiguió los derechos y se asoció con el estudio Nerial (Reigns) para hacerlo realidad.


¡No te pierdas nuestra video reseña!

Si bien Imre Jele y Andy Payne (fundadores de la publicadora The Dairymen) planeaban lanzarlo a tiempo para las elecciones de 2016 en los Estados Unidos, no fue hasta el 2020 que el juego se concretó. Se podría argumentar que es aún un mejor momento para lanzarlo, ahora que el país más importante del mundo estuvo muy cerca de cederle cuatro años más de poder a una persona que se parece demasiado al antagonista de esta historia. La idea de Jele era “capturar las observaciones de Orwell de forma que los jugadores puedan explorarlas”. ¿Lo lograron?



El principio de Orwell’s Animal Farm sigue casi a rajatablas los eventos del libro homónimo. Los animales de la Granja Manor son sobreexplotados, ninguneados y maltratados por el Sr. Jones, el dueño de la propiedad. Una noche, el cerdo Major reúne al resto de los cerdos, vacas, gallinas, perros, pájaros, caballos y demás animales para contarles un sueño que tuvo. En este sueño, los animales son los dueños de todos los campos de Inglaterra, y los aprovechadores y codiciosos humanos son desplazados. Les planta la idea de una rebelión, la cual es simbolizada por la canción “Bestias de Inglaterra”. Tres días después Major muere, lo cual los impulsa a atacar a Jones hasta echarlo del lugar. La Granja Manor pasa a ser la Granja de los Animales.

Una vez que los animales toman control de la propiedad, las cosas se ven prometedoras. Inventan el “animalismo“: un sistema de creencias con siete mandamientos, que esencialmente predica que todos los animales son iguales, y su enemigo común es la humanidad. Y es aquí donde la historia empieza a bifurcarse: depende de las acciones que tomemos, la trama puede seguir a la novela tal cual, o puede tomar un rumbo totalmente distinto. Como consecuencia directa o indirecta de nuestras acciones, ciertos personajes pueden tener varios destinos, algunos mejores que otros. En total hay siete finales, dependiendo de quién termina (o quiénes terminan) a cargo de la granja; y de qué sucede con el resto de los animales. Como indica uno de los nombres de los logros de Animal Farm, ninguno de estos es un final feliz.


El juego explora cómo los ideales “animalistas” de Major son corrompidos de a poco, y el nuevo líder (o líderes) los utiliza para manipular al resto de los animales.

El aspecto de varios finales de Orwell’s Animal Farm es uno que, como sucede en muchos juegos, es una gran idea en papel pero no se termina traduciendo muy bien al juego en sí. Cada “partida” dura poco más de una hora (hasta menos de una hora si hacemos las cosas terriblemente mal), por lo que lo ideal es jugarlo al menos varias veces. Personalmente lo jugué por casi nueve horas según Steam, y a pesar de que intenté conseguir todos los finales tomando todo tipo de decisiones, solo llegué a tener tres. Dos de ellos fueron esencialmente iguales, mientras que otro fue el final “común”. Conseguir estos finales alternativos es más difícil de lo que debería ser, y me frustraba que el juego parecía estar empujándome hacia cierta dirección, cuando lo que más me emocionaba era explorar opciones alternativas al libro.

Con respecto a esto último, el material fuente de Orwell está muy bien tratado en esta adaptación. Los creadores del juego entienden la esencia del libro y la plasman muy bien de forma interactiva, así como extienden y exploran las metáforas que en él se encuentran. Sin embargo es justamente esta aparente veneración de la escritura de Orwell la que retiene un poco el potencial del videojuego. Me hubiera gustado que se “jugaran” un poco más, pero entiendo cómo quizás la familia de Orwell quizás no les permitió tener tanta libertad creativa para modificar el texto original. Otra cosa a tener en cuenta es que ciertamente no es necesario haber leído la obra original antes de jugar Animal Farm, pero sí es bastante recomendado para sacarle el mayor provecho.

A pesar de todo, el guion escrito por Emily Short hace un gran trabajo en, a veces usando frases calcadas de la novela, hacernos llegar el significado político de Rebelión en la granja. Los temas presentes en el texto se notan siempre en el juego: cómo el poder corrompe a quien sea que lo tenga; cómo los líderes explotan a su pueblo a través de sus propios ideales e ídolos; y lo fácil que es que una sociedad caiga en la dictadura cuando la gente no se cuestiona las acciones de quienes los gobiernan. A la mayoría de los gamers no les suele gustar que se mezclen los videojuegos con la política, pero a Nerial y The Dairymen por suerte no les importa eso: Orwell’s Animal Farm no tiene reservas a la hora de darnos un mensaje clara y contundentemente político.


Los siete mandamientos pueden cambiar de forma ominosa si descuidamos los valores del animalismo.

La jugabilidad de Animal Farm consiste simplemente en seleccionar distintos animales para crear interacciones según la situación en la que nos encontremos. Por ejemplo, si nos encontramos en una reunión y hay que votar por algo, cada uno de los animales que podamos seleccionar tendrá una distinta opinión. Dependiendo de cuál elegimos, la historia seguirá un rumbo u otro.

Pero esto no es lo único que cambia según las elecciones que tomamos. Hay varios “recursos” que debemos tener en cuenta a la hora de jugar, y nunca queremos que ninguno de estos esté bajo o habrá consecuencias serias. Entre estos se encuentran la comida que tenemos; el nivel de animalismo en la granja; el humor de cada personaje; las defensas del lugar; el estado en el que se encuentran los edificios; y, más adelante en la partida, el estado de construcción del molino. Al estilo de otros juegos como Reigns el jugador debe buscar un equilibrio entre cada uno de estos. Aunque a veces debemos hacer algún sacrificio que otro para asegurar el bienestar de la granja, lo cual siempre duele, y es quizás donde más brilla Animal Farm, poniéndonos en el lugar de los villanos.


Muchas de las decisiones en Animal Farm se tratan de sacrificar un recurso para conseguir otro.

Lo que más puedo destacar de este tipo de decisiones es que muchas veces nos deja cuestionando lo que acabamos de hacer. Para mantener el animalismo alto tenemos que mentirle al resto de los habitantes sobre algo que acaba de pasar. Para asegurar más suministros tenemos que hacer tratos con humanos, los cuales según la regla principal del animalismo, son los enemigos. Y a veces ponemos cada gota de sangre y sudor que tenemos en terminar la construcción del molino, solo para que los granjeros vecinos pasen fácilmente por las defensas y lo exploten. Además, otra ventaja de este sistema es que a veces podemos tomar ciertas decisiones que si bien objetivamente parecen erróneas, en realidad llevan a caminos interesantes en la historia.

O al menos, deberían. Luego de haber pasado Animal Farm varias veces quise experimentar con cosas como dejar el animalismo en su peor nivel, o sacrificar al dictador Napoleón en la primer batalla contra los humanos, o simplemente nunca construir el molino. Fue allí donde más me decepcionó Animal Farm, ya que ninguna de esas cosas tuvo el resultado que yo esperaba. Una vez más sentí cómo el juego me llevaba, para nada sutilmente, hacia el lugar donde ellos querían que yo estuviera. Quizás sería contrario al significado de la novela de Orwell, pero me hubiera encantado desencadenar una segunda rebelión por parte de los animales hacia Napoleón, o algún resultado interesante que no sea simplemente una variación mínima sobre el final “verdadero”.


Hay posiblemente muchas interpretaciones de cómo se “debería” ver una adaptación de Rebelión en la granja, pero creo que la versión de Nerial es, al menos visualmente, la definitiva. La desarrolladora logró un look que recuerda a los libros para niños de las décadas de los 30 y los 40, y es totalmente encantador. Todo parece dibujado a mano pero con un nivel de detalle muy cuidado, y a pesar de encontrarnos en una alegoría política contundente, la dirección de arte nos ayuda a distender un poco esa sensación. Muchas veces me encontré pensando que me gustaría vivir en ese mundo (aunque sin el régimen fascista, claro).


Y lo es… al principio.

Merecen un párrafo aparte las imágenes que aparecen al final de cada campaña, cuando nuestra pequeña granja ya se encontró con su triste destino. Mientras que todo el juego es acompañado por unos colores radiantes, este último fotograma deshecha aquello por completo, y en lugar opta por mostrarnos un dibujo en blanco y negro que demuestra, de forma muy punzante, qué es lo que sucedió como consecuencia de todas las acciones que tomamos.


Donde otras alegorías son sutiles, Animal Farm va a la yugular para bien o para mal.

En cuanto a la interfaz, esta es minimalista a más no poder. Cada vez que vamos a elegir una acción, simplemente ponemos el cursor sobre un animal, y este nos lleva a un retrato muy bello con una sola palabra: “vitorear”, “quejarse”, “trabajar”, ese tipo de cosas. Sin dudas puede resultar un poco confuso en algunas situaciones, pero le termina dando un toque de estilo que vale la pena.


La música de Animal Farm es fantástica. Al principio nos encontramos con una canción alegre y pegadiza, que nos transmite que todo saldrá bien. Añade mucho a la atmósfera tranquila de la que hablaba, y también es adecuada según la época a la que refiere el resto del juego. Esta cambia según las estaciones y algunas de las situaciones que nos encontramos. Tal como la historia en sí, se pone cada vez más ominosa a medida que pasa el tiempo. Cuando nos encontramos cerca del final, a veces pasa algo bastante contundente: la música se corta, dejando que el jugador contemple en silencio lo que está sucediendo en los últimos momentos de la granja.

No hay voces de diálogo en Animal Farm, sino que cada línea viene acompañada por un simple sonido del animal que está hablando. Esto le ahorra tiempo y dinero a Nerial, funciona dentro del universo, y añade un poco al estilo minimalista: todos salimos ganando. En cuanto a la narración, esta sí tiene una actuación de voz: es Abubakar Salim, el talentoso intérprete que conocemos como Bayek de Assassin’s Creed Origins, el que lee cada uno de los pasajes narrativos en el juego. Su voz es relajante y nunca aburre, además de que en ocasiones deja de ser algo monótona y lleva adelante un tono dramático, lo cual funciona muy bien.


El resultado de una de las peleas contra humanos, en las cuales el jugador tiene mínima participación.

Hay montones de desafíos a la hora de adaptar un clásico literario. Sobre todo cuando se trata de un texto político, cuyo contenido una gran parte de los gamers rechazará instantáneamente sin siquiera haberlo probado. Es por eso que respeto enormemente el proyecto de Nerial y The Dairymen; no solo lograron adaptar Rebelión en la granja de forma coherente y entretenida, sino que su juego nos pone a analizar el libro de Orwell desde varias perspectivas. El medio interactivo de los videojuegos está muy bien aprovechado en ese sentido, y esta interesante narrativa se lleva a cabo con un sistema de recursos bien armado, y una presentación audiovisual bella y adecuada. Sin embargo, es justamente el amor de los desarrolladores por la novela de Orwell lo que limita al juego. Gran parte del potencial de Animal Farm se pierde debido a la poca variación narrativa de este, y a lo poco que importan nuestras decisiones en momentos cruciales.


Autor:

Iván Castillo

Orwell’s Animal Farm fue reseñado utilizando una copia provista por Nerial. Está disponible a partir de ahora en Steam, GOG, Epic Games, iOS y Android.


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